Uno de los principales defectos ominosos de la entreguista reforma calderonista –repleta de pornográficos engaños técnicos, fiscales y jurídicos, ya no se diga, carente de rumbo geoestratégico– se centra en la precipitación para entregar los bloques de exploración y extracción de hidrocarburos en las profundidades del Golfo de México con el fin de beneficiar las cotizaciones bursátiles de las atribuladas trasnacionales gallegas y texanas (en ese orden). [...] Un estudio del Departamento de Energía de Estados Unidos analiza el “impacto del creciente acceso a los recursos de petróleo y gas natural en las 48 regiones federales off-shore” (fuera del continente), es decir, en las profundidades de su parte marítima en el Golfo de México, que no tendrán impacto en el abastecimiento y en los precios hasta el año 2030, en 22 años, es decir, 18 años después de la salida normal de Calderón [...] Entonces, ¿cuál es la prisa, de no ser el deseo de beneficiar bursátilmente a las trasnacionales gallegas y texanas en detrimento de Pemex que estaría, bajo la técnica financiera vigente, regalando literalmente sus “reservas”? [...] En lugar de dormir con el enemigo, existe suficiente tiempo para que los ingenieros mexicanos aprendan las técnicas de exploración y extracción en las aguas profundas, que nuestros amigos ingenieros de Petrobras afirman lleva un máximo de aprendizaje de tres años. Un gobierno más visionario, que ya es mucho pedir a la imperante cleptokakistocracia (el hurtador “gobierno de los peores”), se consagraría a la edificación de astilleros y a la construcción de perforadoras de aguas profundas. Nuestros ingenieros han sabido sortear todas las adversidades y vicisitudes desde hace 70 años en Pemex y sería una insensatez descomunal pretender que los ingenieros brasileños, exitosos en las exploración y extracción profundas, con todos los alicientes a la mano, sean más aptos que los nuestros.
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