El parteaguas del control alimentario de la humanidad se gestó en la aciaga década thatcheriana de los 80 mediante la desregulación y la privatización agrícola. Con el auge de la globalización en 1995, la OMC combatió la “reserva” de los alimentos como una “distorsión mercantil”, lo que dio vuelo a las trasnacionales agro-farmacéuticas anglosajonas para dominar el “mercado”, como Monsanto, Cargill, Dupont y Novartis, que gozan con derechos de patentes (¿de corso?) para controlar los métodos de siembra, así como la bioingeniería de las semillas.
Una de las consecuencias de la “apertura” alocada del sector agrícola de la OMC le concedió el dominio financiero a las trasnacionales agroalimentarias, las principales enemigas públicas del género humano, como Cargill, Bunge, ADM y el dizque “filántropo” George Soros, convertido en el dueño de la pampa argentina [...] Una docena de compañías claves, aliadas a unas 40 empresas medianas, dominan la cadena alimenticia en cuya cúpula se encuentra el cártel de las seis trasnacionales de granos: Cargill, Continental CGC, Archer Danields Midland (ADM), Louis Dreyfus, André y Bunge and Born. Su dominio es prácticamente absoluto en el mundo de los cereales y los granos desde el trigo, maíz y avena, pasando por el sorgo, cebada y centeno, hasta las carnes, lácteos, aceites y grasas comestibles, frutas, vegetales, azúcar y especias. Un organigrama del cártel alimentario tendría a la cabeza a Archer Danields Midland, Unilever, Grand Metropolitan (Pillsbury), Cargill y Cadbury
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