Los suicidios ya empezaron, los linchamientos de empresarios y el reclamo de encarcelar a los banqueros (sobra sentenciar que son unos “bandidos”, como les llaman en EU, porque constituye un pleonasmo a su profesión desregulada), en particular, los gobernadores centralbanquistas del G-7 correctamente puestos en la picota por Ambrose Evans-Pritchard, aterrado ante la probabilidad de una “desintegración” (¡súper sic!) del sistema financiero internacional [...] Lo peor es creer que algún rincón del planeta escapará del tsunami financiero estadunidense que se tornó global. Nadie se salvará: ni el fantasioso jihadista neoliberal Calderón, quien alardea de que le fascinan las “emociones fuertes”. La verdadera contabilidad consistirá en registrar quiénes perderán menos, como China, que, pese a todo, sufrirá severos coletazos económicos, según admiten sus lúcidos analistas. Hoy Calderón, como ayer el locuaz Fox, no se percata de la decadencia (peor aún: desintegración) del modelo estadunidense y su pulverización financiera, al haber alcanzado tales grados de adicción ideológica y/o sometimiento geopolítico petrolero para hacer el ridículo de tocar la campana, como vulgar monaguillo de Wall Street, del cierre bursátil en Nueva York en plena debacle.
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